ES lo que no digo.

Y al revés.
ES lo que no digo.
    • Etiqueta: Viajes

      • Siempre es nunca al revés.

        Posteado a las 3:30 pm por martacarrascal, el 10 diciembre, 2015

        Carrascal Marta

        “El amor de un ser humano hacia otro: esto es quizás lo más difícil que nos haya sido encomendado. Lo último, la prueba suprema, la tarea final ante la cual todas las demás tareas no son sino preparación. Por eso no saben ni pueden amar aún los jóvenes, que en todo son principiantes. Han de aprenderlo.(…) Todo aprendizaje es siempre un largo período de retiro y clausura”. Rainer María Rilke, Cartas a un joven poeta.

        Llegué a esta isla hace cinco meses por una casualidad – milagro, como se llega a ninguna parte. Con la barriga llena de peces, no sabía muy bien si estaba llegando o me volvía a ir.

        Por allí dicen que vivo aquí, que vivo en una casa de madera con un fuego para hacer desayunos sin perchas y sin problemas, y que estoy muy feliz. Dicen.

        Mi hermana dice que es la isla de la des – conexión, y que aquí no es la realidad, que es como una burbuja. Pero que tampoco ella sabe explicarme qué es la realidad.

        En esta isla de repente tuve un trabajo que ya no tenía más porque me retenía más que me subía. Y empecé a dar clases en un idioma que no era el mío.

        En esta isla las mujeres se dan besos en la boca y las relaciones abiertas están en todas las mesas de todos los cafés.

        En esta isla me di cuenta que la compulsión por hacer me ha llevado a todas partes menos a mi, que no hay nada que haya subido que por contraste y gravedad no haya bajado, y que todas las veces que me definí, me recorté y me di más importancia de la inevitable.

        En esta isla conocí a unas mujeres descalzas y sabias que me recordaron sin decirlo que siempre es nunca y al revés, que no todos los mares tienen orilla y que la vida es “adelante”. Estas mujeres me regalaran unas barandillas para asomar a lo incuestionable en situaciones que pareciesen confusas.

        En esta isla el pelo me ha crecido cuatro centímetros y he tenido una historia de amor con un hombre lobo que inventé antes de nacer y que me crucé un día en otra playa en otro país que no era éste ni ese. Este hombre me llevó de luna de miel por lugares internos que nunca alguien -ni nadie- antes me había acompañado sin darme de la mano, me pidió salir sin verme y me mostró que los orgasmos no son genitales. Con este hombre me salió una noche en las cartas quererle siempre por encima de todos los imprevistos, y él me trazó en un plano que él era lo que yo no me atrevía a dibujar.

        En esta isla nada se fue completamente, los truenos se han echo diarios y por la noche hay sapos en la carretera.

        Y lo que sucedió después en esta isla fue la historia de una ilusión, y tuve que rogarle a la muerte en un sueño que no me llevase sin antes dejarme morir estando viva, porque el tiempo no existe, porque morirme me sigue dando miedo, y porque cada vez que digo que me siento vacía quiero decir pesada.

        En esta isla nunca me terminé una novela.

        Y siempre es nunca al revés.

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      • Y por eso no me entiendes.

        Posteado a las 4:45 pm por martacarrascal, el 14 junio, 2015

        neil_500

        “Deben tener alma los que la sienten dentro de sí bullir y reclamar. Tal vez sean los hombres como las plantas; no todas están llamadas a retoñar y las hay en las arenas que viven sin sed de agua porque carecen de hambrientas raíces. Y puede, puede así, que las muertes no sean todas iguales. Puede que hasta después de la muerte, todos sigamos distintos caminos”. (La amortajada, 1978: 53).

        Y si no me entiendes es que eres            . Y o es que estás todo el día de equivocación para no enterarte de nada, o es que dejarás la tierra y te morirás así, enjaulado de chasco, y arropándote de sospecha, sin haberte enterado ni de quién eres, ni de quién está detrás del que elige tallarines o lentejas, ni de nada.

        A mi a veces la vida me da calor, y tristeza. Todo pegado. Y a lo mejor es que tu solo consientes que la vida te de definiciones, etiquetas, y reuniones de parchís. Y por eso no me entiendes, no entiendes que a mi me gusten los cuentos de hechiceros que salvan almas, que esté llena de agua, y que espinete me sigue sumergiendo en una profunda melancolía.

        Te dije que la mayoría del tiempo me siento perdida en lo que pasa mientras, y sentirme sola estando acompañada en Vietnam me evoca fantasmas que no me terminan de aclarar quién escribe. Y Vietnam está en todas partes, hasta en las tostadas.

        Tener un trabajo-coche o una “posición” te protege, no sé de qué, pero te protege. Y ni te digo tener una marido, un bebé en la panza y un carrito de la compra. Y por eso creo que me siento así ahora, des.protegida, rodeada de verdades desagradables, y llena de fascinación por los pequeños sucesos que me ceden relámpagos de éxtasis, como el niño de pies sucios que me regaló un caramelo de rosas. Pero te digo algo, y es que des.confío profundamente de los que nunca se des.protegen, ni se re.evolucionan, me dan escepticismo, y bostezo de aburrimiento. Y por eso tu no me entiendes, porque sigues con todo el botiquín de protección en el bolsillo.

        Ayer, por ejemplo, estaba en Hoian, un lugar lleno de encanto.. Mi amiga vietnamita me advirtió que había medusas en el mar y que eran de las peligrosas. La desobedecí y nadé hondo creyéndome agua hasta que vi a tres medusas tremendas y flácidas y entendí ya no era tan liberador nadar en ese mar tan resplandeciente. Pero tenía que meterme hondo, ¿entiendes? tenía que sentirlo yo, y no que me lo advirtiese ella.

        Ahora estoy sentada en un café llamado Oriberry con vistas al río rojo tomándome un “egg cooffee estilo vietnamese” que no sé  si me encanta o me disgusta en Hanoi, y esto también me pasa a menudo, que no sé.  Y nada tengo que ver con lo que era ayer en medio de las medusas, ni con la que se preguntaba para qué existe al levantarse. Ahora escribo mirando al río para alejarme de mi y mimetizarme con mis dedos que me elevan y me ponen en vertical. Escribo sin comas, ni paréntesis ni lógica, por si las moscas, por si de repente encuentro lo que tienen en común  la que nadaba ayer y la que escribe ahora.

        Dudo de absolutamente todo lo que hago, con ello camino, y con ello me desmayo cada vez que me monto en otro tren. Porque no se dónde voy, porque me lanzaron al aire y ya no consigo volver porque el aterrizaje me da palpitaciones y sobresalto. Pero que sigo porque confío en el no sé en qué que no es mi razón, porque me he leído seis libros y medio que me animan a seguir, y porque hay algo que no soy yo que le dejo que me lleve, que yo le sigo. Y por eso te escribo, porque no soporto que vivas aparentemente tan así,  Tan sin agitaciones – y yo con tantas-, queriendo siempre encontrar una razón lógica de hechos que no entiendes con la cabeza, sin haber comprendido todavía que la cabeza no es tuya, que te la han prestado para traspasarla y para disfrutar de la magia de su traspaso.

        Y si todavía no me entiendes es que definitivamente no te has entendido, y que es lo mismo que me pasa a mi, que tampoco me entiendo, ni te entiendo, ni entiendo nada. Todo un misterio incomprensible.

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      • De relaciones sin sentido y una boda.

        Posteado a las 5:31 pm por martacarrascal, el 1 junio, 2015

        Moss and Meadows

        “Amar es una oportunidad, un motivo sublime que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo, para volverse mundo”. Rainer María Rilke.

        La vida está un poco sin·razón ahora. Como in·esencial.

        Sigo en Bangkok, acostándome tardísimo como la que está de traslado y levantándome contrapuesta sin saber dónde estoy pero no queriendo estar. Son cosas complicadas de sobrellevar, y también de entender si no las vives de manera directa.

        El caso es que mientras sigo aquí, me enteré que a Mar le promocionaron y se fue a Bolivia a trabajar con niños y re-significar el sentido de su vida, ya que perdió la certeza de estar viva. Pero que por lo visto, sigue sin tener lo que hay que tener para decirle a su novio: “mira, que se acabó, que no te quiero”. Lleva sin tener lo que hay que tener siete meses, y se le ve apagada.

        Asun sigue pidiendo en los bares tapas de ensaladilla sin calorías, y esperando encontrar a su “hombre eterno” en algún kínder sorpresa que le regale su sobrina, porque siente que su vida está desprovista de significado si no la vive en función de algún hombre. Esto es una lástima que a veces nos pasa, como si los hombre nos animaran la vida. Es muy ridículo, pero pasa.

        Jose seguía acostándose con ese chico que le llevaba a ver películas del cine negro a la casa de su abuela. Hasta que el otro día trató de cogerle la mano paseando por la calle en un silencio incómodo, y  le vino la ráfaga de la lucidez: se le acabó el amor. Ahora resulta que tiene manía a todo lo que antes le encantaba, y sigue atrapado en conceptos como lo correcto o incorrecto de una relación, sin respeto alguno por las diferencias. Ya no puede ni escuchar la palabra cine negro, se estremece si se acuerda de aquel sofá en la casa de la abuela, y se sigue creyendo que con su ex era todo mejor.

        Pero hoy, hay dos temas mucho más importante que me tocan:

        – El primero es mi hermana mayor, que estará ahora finalizando su tesis de fin de carrera. Vive en Madrid y le asusta un poco la claridad, porque siempre está que no sabe. Ya es la segunda o séptima carrera que hace porque no encuentra lo que le hace burbujas, y está con el síndrome de la in.satisfacción crónica otra vez. Yo le voy a mandar este link de un hombre del que estuve enamorada más de once horas seguidas, y que dice que la vocación es la historia que vas des.cubriendo y que, bueno mejor que lo lea.

         – Pero todo este post ha empezado por el otro tema importante, el que he visto esta mañana en Facebook: Mi amiga Coka en el día de su pedida. Ver esta fotografía me ha dejado ocupada y sin ponerle atención a nada todo el día.

        Coka es de esos amigos de una mano que se alegran de verdad cuando te pasan cosas buenas. Nos hicimos amigas para toda la vida cuando supimos que las dos teníamos que lavarnos los dientes dos veces, o echarnos la pasta dos veces seguida hace mil años. Pero ella ya no es la que era. Ella con cinco años ya era adolescente, y era tímida, muy modosita, no contaba lo que le dolía si no se lo sacabas, siempre quería lo que el otro quería, y  ahora veo que  me mentía cuando me decía que ella no se casaría, y que menos por la iglesia, que no creía en eso. Por eso el shock. Ah, y observaba mucho, yo creo que escuchaba tanto a los demás para no escucharse a si misma. A mi siempre me da tranquilidad estar con ella, porque nos complementamos. Ella jamás, lo que es jamás, se ponía nerviosa. Y yo, jamás, jamás, me ponía tranquila. Entonces hacíamos la pareja perfecta. El único defecto que yo le veo es que por las mañanas le cuesta tanto arrancar que entran ganas de pegarle dos tortas bien dadas.

        Y nada, que si algo pasó en mi día hoy fue escuchar la canción de Empty -hasta no querer escucharla más- mientras me inventaba de qué escribir para escribir sobre ella que tanto me conquista, me cuestiona y me inspira siempre; y que a parte de desearle que se ayuden a ser libres el uno al otro y todas esas cosas que no se suelen decir, a mi me gustaría mucho que Coka, por un día en su vida, se pusiera muy nerviosa, para que vea qué se siente*.

        “El amor es la desaparición del tiempo, la desaparición de la historia de una ‘relación’; es el campo abierto en donde la verdadera relación se hace posible”. Jeff  Foster.

        Fotografía: Moss + Meadows.

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      • De repente, mi ex.

        Posteado a las 9:13 am por martacarrascal, el 29 mayo, 2015

        omerikaVelas

        “El hombre en su esencia no debe ser esclavo, ni de sí mismo, ni de los otros, sino un amante. Su único fin está en el amor” Tagore.

        “Yo tengo de ti la sospecha de que te tomas el amor demasiado en serio.” El lobo estepario. Herman Hesse.

        Son las cinco de la mañana en Bangkok. Ya no me molesta que esté despierta, lo que me molesta es que otros duerman, porque la vida se me desorganiza cuando esos otros no están.

        En ocasiones, cuando me siento así un poco caracol como esta noche, me dan ganas de tener un marido y dos hijos, una casa con chimenea, olor a almendras tostadas, y un trabajo donde sea obligatorio la chaqueta – corbata.

        No hay razón, ni lógica. Todo es “de repente”, descolorido, indistinto, inadmisible en la madrugada: de repente me urgen necesidades urgentes, de repente extraño lo que no continué, de repente lo que no hay, de repente el miedo a la vida en blanco, de repente “él” conteniendo a todos. De repente la ausencia de tranquilidad dentro.

        Para no sucumbir a la sensación de extinción en la noche, enciendo las luces, y me pongo a escribir…

        “Hoy ha sido uno de esos días en el que ha coincidido que todos mis allegados se estaban observando. Así ha sido hoy:

        – Me despierto esta mañana y me encuentro con un whatssup de mi ex: “Hola.. cuánto tiempo, ¿cómo estás? Quería compartir contigo que he conocido a alguien…. blah blah , y que aunque con miedo que me observo, estoy ilusionado… Espero que estés bien.”

        Mh, me quedo suspensa. Me quiero alegrar enormemente de su felicidad. Pero continúa el día.

        – Mientras comemos, Anne me cuenta que casi se desmaya en la clase de yoga del dolor que sentía en las lumbares. Le digo que vaya al médico, ella me dice que no hace falta, que es una cuestión mental, que basta con observarlo, y que va pasando.

        – Y el día continúa, y a medianoche, mi hermana me dice que está un poco regular, pero que desde que se observa, ya no está tan mal.

        Apago el móvil y me observo yo también. Me pregunto, ¿A qué se referirán? Miro al vacío, íntegramente escéptica con esta nueva ola de la observación.

        No son ellos, soy yo.

        Vuelvo a encender el móvil y vuelvo a leer el mensaje de mi ex. Lo vuelvo a apagar, y cierro los ojos. Vuelvo a la severidad del instante, y me observo desde todos los ángulos: desde arriba, desde abajo, desde el suelo, desde la pared, desde la esquina, desde dentro de la nevera. Pero nada cambia, al contrario, hay una incomodidad que aumenta, como de insuficiencia, como de querer ser todo aquello que ella provoca en él. No me hago mucho caso, e intento no nombrar lo que me pasa, pero lo nombro,,-. Enciendo la luz, y enciendo el móvil, y vuelvo a leer el mensaje. Apago el puto móvil. Me hago una selfie y le pongo diferentes efectos: vanguardista, rockero, earlybird, animación, ojo de pez, baño azul, nitidez, lo –fi. Si ellos pueden exorcizarse y observarse, yo también puedo.. Entonces me observo en la foto, como si fuese un fetiche, tratando de eliminar la sensación de incomodidad e inconformismo de no ser ya la elegida, la amada,, como si este observar que ellos me escriben fuese el nuevo antídoto para este vacío que yo siento..

        Y así, de repente, empatizo con todos aquellos que critican el misticismo contemporáneo y la cultura de la observación – espiritualidad, y desconfío de todo concepto y terminología mística que está de moda y que me distrae más que me florece.

        En definitiva, que desconfío de mí. Y de vosotros los observadores.

        “Olvídate de ti Marta, y de todos los conceptos”, me dijo un día mi padre un día mientras andábamos por la playa, y yo sigo sin saber cómo se olvida una de una misma.

                                      …………………………

        Y poco a poco, empieza a amanecer, y en la duda de no saber si tomarme nada o una infusión con galletas, me doy cuenta que ha pasado más de una hora que estoy tratando de hacer un barquito de papel como los que me hacía mi padre, y que estoy más ligera, como si algo se hubiese ido a volar.

        Fotografía: Omerika.

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      • A voz partida.

        Posteado a las 3:45 pm por martacarrascal, el 11 marzo, 2015

        agua

        “This life that is always over”. The purest zen.

        – Katmandú, marzo 2015 -.

        Me despertó mi propia voz queriendo alcanzar el grito casi inmóvil: ¡Socorro!. Y lo recordé, recordé instantáneamente el sueño. Y con el sueño, a mi madre y a mí riéndonos en el pasillo a carcajadas del parecido socorro jadeante que escuchamos de mi padre en alguna de sus siestas en la casa donde veraneamos en Punta Umbría.

        En cualquier caso, no creo que estos socorros descolgados del vacío nos pertenezcan. Ni a mi padre, ni a mí. Cuando nuestros cuerpos ya no estén más aquí, habrá otras almas en otros cuerpos viviendo en las casas que ahora nos pensamos nuestras, y despertándose como nosotros en el medio de la noche, intentando despertar de un sueño que nunca despierta.

        Por mucho que evoque mis sueños, no los suelo recordar.. Solo aquel que se me repite en el último año: quiero despertar, quiero abrir los ojos, y no puedo. Aunque el escenario cambia, la inmovilidad de los ojos es la misma. Todo gira en torno al despertar, y el agobio insano que conlleva no poder hacerlo. Y sabiendo que los sueños no caen del cielo en cualquier momento en la vida de una persona, había algo incomunicado en ese sueño mío que exigía integrarse para poder conocer el posible mensaje que su reiteración quería susurrarme.

        Pues eso, que me destapé a la misma vez que mis pies se quitaban los calcetines y cogía mi mano el móvil para ver la hora. Veo que son las 5.30a.m, y una foto de la familia en un restaurante hindú en Madrid que me envía mi prima. Sonrío de verles a todos. Aprovecho, cedo a mi inquietud, y le escribo a intervalos y bostezos las rayas del sueño. Para que no se me olvide prima, le garabateo. Y perdona por el rollo.

        Lejos, de lejos camino en la ría de Punta. Es como si fuese mi sombra la que camina. Llevo algunos libros y la ropa en mis brazos. Veo a todos mis amigos en el pantalán, esperando a montarse en el barco para pasar el día en el mar. Puedo sentir a unos más que otros, como a Raquel, Fal o Reyes. Es una escena reconocida, de una infancia que no expira. Sin enlace, con la ropa y con los libros en los brazos, paso de largo, y me sumerjo en el agua de la ría para darme un bañito onírico. Me empieza a llevar la corriente – marea. Me doy cuenta que Reyes viene detrás. Comenzamos a nadar a contracorriente como cuando éramos pequeñas y nadábamos a los barcos. Y el caso, es que reyes se sube a una roca y se salva y vuelve con todos al barco. Pero yo no, lo único que se salvan son mis libros que los arrojo a la misma roca frondosa y absurda, y me sigue llevando la corriente: la ría ya no es ría, es un océano sin fin. Todo oscuro, y en medio de ese océano, aparecen unos puestos indios  flotantes, y unas puertas –que parecen baños- enquistadas en medio de esa ría convertida en océano. Ahí veo mi salvación, porque lo que me suscita el sueño es que hay un peligro inminente de desaparecer, de perderme, de borrarme, de que la corriente me lleve a lo desconocido.. y consigo agarrarme a algo de la tercera puerta, de dónde sale luz y vida entre la oscuridad por la ranura de abajo. Vuelvo a tratar de gritar, y no me sale la voz, hasta que por fin me sale un grito efusivo sin audiencia: ¡socorrro!. Y su eco me despierta abruptamente.

        En el mismo día del sueño, volaba de nuevo a Delhi, para encontrarme con un amigo, y viajar juntos algunos días por el Rajastán, pero mi vuelo fue cancelado por un altercado en el aeropuerto de Katmandú. Así que todos mis planes se pusieron a hervir de nuevo. Solo podría volar 3 días más tarde…. Las sensaciones del sueño me asistieron a intervalos durante el día.

        Al día siguiente, saboreando el último trago de un delicioso café, cambié radicalmente mis planes de quedarme por Boudha por no poder ir a Delhi, y me fui a Pasupatinath, uno de los templos más sagrados de Shiva, y donde se llevan a cabo las cremaciones de los muertos. Algún hilo invisible de aquel sueño medio creado, de aquel ir a la deriva sin timón ni horizonte, me hacían querer ir a las cremaciones, como si me pudiesen desvelar algo.

        Quería ir sola.

        Marta CarrascalMe llené de humo, y me embriagué de mis propias palpitaciones y del olor de la grasa de los cuerpos quemándose. Me zambullí en un espacio deshabitado de generaciones viendo cómo orientaban su cuerpo al sur para bañarle y purificarle vistiéndole de blanco, vi estremecida cómo le ponían las coronas de flores naranjas por todo su cuerpo, y cómo la corriente del río Bagmati se llevaba las prendas de su ropa, a la misma velocidad que yo veía algunos episodios de mi vida pasar, evocándome que todo en este mundo nos es prestado. Para ver más de cerca, me puse de puntillas, y ya no le veía a él, miraba a hurtadillas a mi abuelo a través de la rendija de la puerta de la habitación donde yacía su cuerpo, no sabiendo muy bien qué tenía qué sentir. Y por un instante, dejé de oler a carne quemada y me llegó el perfume de mi tía a jazmín. Y aunque la ceguera no me dejó asistir a la liberación del alma que habitó en este cuerpo durante algunos años, presencié durante horas la escrupulosa, extraordinaria y pavorosa transformación de éste en cenizas regresando de manera conmovedora a la tierra, el agua, el fuego, el viento, y el éter. Y con todo esto, mi letanía de cuando era pequeña me venía: “qué pena que todo se acabe por dios”, y la sensación de miedo de no saber qué vendría cuando todo se acabase…. Y la pregunta eterna de si las sensaciones también mueren, o si se mantienen vivas en nuestra próxima vida para poder reconocernos de nuevo.

        Seguí observado las llamas, y el fuego…. y sin saber otra vez muy bien qué tenía qué sentir, y sin saber muy bien dónde estaba “yo”, y dónde estaría mi puerta de embarque a / en este mundo, yo también me iba despidiendo de este cuerpo que se descomponía en cenizas.

        Por primera vez, sin ser premeditado, mis manos se juntaron en mi frente, y con la cabeza inclinada, y los ojos cerrados: me vino el sueño.

        y el agua,

        y la corriente,

        y la oscuridad de la noche,

        y la puerta con luz,

        y la dificultad en gritar,

        y la necesidad de ser escuchada,

        y la marea que nos lleva,

        y el querer salvarme,

        y el miedo a morir,

        y el despertar de un sueño que quizás nunca haya sido soñado.

        “Así como los hombres se despojan de sus vestimentas usadas y, adquiriendo nuevos ropajes, deciden: “Éstos usaré hoy”, así el alma se deshace también calladamente de su vestidura de carne, y pasa luego a heredar un nuevo ropaje” Bhagavad Gita.

         

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      • El mundo está lleno de Kumares

        Posteado a las 8:04 am por martacarrascal, el 4 febrero, 2015

        marta yoga carrascal

        “La palabra alcanzar de nuevo implica tiempo y distancia. La mente es pues esclava de la palabra ‘alcanzar’. Si la mente puede librarse de las palabras ‘conseguir’, ‘alcanzar’, ‘llegar’, entonces el ver puede ser inmediato.”Jiddu Krishnamurti. 

        Me despierto como sin abrir los ojos. Siento el cuerpo inútil, sin licor. Me ducho sin mojarme.

        Sí. Uno de esos días…de tiempo sin minutos, de infusiones frías, y de relaciones sin metáforas. Uno de esos días de vida inquietada, en los que una fuerza mayor le entristece a una misma de tal manera, que la única cosa que le queda es pararse donde está y no hacer nada, solo dejar ir el vaivén corrosivo y emocional, sin más batallas cerebrales y espirituales que la inmersión en el instante en el que está, y sin más desvelo que el de encontrarte abismando en el presente donde prometen los sabios que se encuentran los símbolos y la fragancia de la existencia.

        …. Y ahí estaba yo enrollada en mi mareo – pareo mirando al mar. Charlotte se acababa de ir, y me dejó con precipitaciones en mis sentidos, así que decidí ubicarme en un sitio en la playa en el que la casualidad de encontrarme con alguien conocido se redujese al mínimo. Quería disfrutar de mi disfrazada soledad… Y apareció lo que me apuntaba que iba a ser una posible parte anecdótica de mi aparente viaje: un hombre que me da una invitación para un Satsang con un Maestro advaita en el “Love Temple” a las 17.30h.

        Y con esta invitación de este señor desconocido, una parte de mi fue convirtiendo la desazón del día en ligereza, alivio y expectativa, así que me fui de la playa reconciliándome con el desequilibrio del momento.

        Definitivamente quería ir a este Satsang. Satsang -encuentro con la verdad-, es cuando diferentes personas se sientan enfrente del supuesto maestro o gurú o.. que hace de catalizador en el proceso de despertar, y los “estudiantes” le hacen preguntas de todo tipo, donde también se pueden incluir meditaciones, mantras o lecturas. Había leído a Balsekar y a Ramana Maharishi el último año, y a pesar de que descansaba en la idea de que en esta vida no existe nada personal, que no hay nadie que decida nada, y de que todo lo demás fomenta la idea de que hay “alguien” que en un “futuro” que quiere lograr algo que no está aquí, realmente no entendía nada.

        Llego al lugar, y como era mi primera vez, me hacen hacer como diez rituales hasta llegar a sentarme enfrente del Maestro, e inclinarme a sus pies. Nos mantenemos las miradas por no menos de seis minutos…..

        —

        P: What you came for Marta?

        R: I have no idea. But I am here.

        Risas y Silencio.

        Las personas que estaban alrededor comenzaron a desdibujarse. Descansé el micrófono en el suelo, y se me apagó la radio interna. De repente estaba sentada enfrente de este señor rodeado de discípulos con cara de asombrados e iluminados al estilo Goa “New Age”, en un lugar exótico y mágico lejos de Arambol, al que 24h nunca antes había oído hablar de, pero que en ese momento me estaba resultando de lo más excitante del mundo. Algo que mirándolo en la distancia, lo llamaría de un excitante y maravilloso efecto placebo.

        Y empezó toda una semana de colores a modo Kumare, el documental, donde una vez más, no todo es lo que parecía, donde una vez más, la sexualidad ocupa un lugar relevante en las enseñanzas de algún maestro que seduce a todas sus discípulas a base de una apertura desbordante y una sugestión que te hace creer lo que no es.

        Donde una vez más te preguntas hasta qué punto es experimentado lo que esa persona dice o de si no se trata de esa otra persona, sino de ti y de lo que te hace acercarte a ese otro, porque es todo un juego de proyecciones y de poner el acento en lo otro pero no en lo que me pasa a mi con lo otro.

        Donde una vez más y después de que pasara esa semana llena de experiencias y propuestas sexuales, me preguntaba cuáles serían las motivaciones de toda esa gente y especialmente las mías de estar ahí en ese momento -y de acudir a ese tipo de encuentros- y donde me preguntaba si no sería mejor pasar por un proceso SAT de Claudio Naranjo o unas cuantas sesiones de Gestalt o de terapia antes de hablar del Self y del amor en esta Disneyland “espiritual”, donde una vez más me cuestionaba si era mi ego el que no está dispuesto a recibir, y a liberarse porque está lleno de pre-conceptos y juicios, o es que es el mundo (y yo) es el que está imbécil de cordura y confusión deseoso de elevarse, pero no de mirarse ni de integrarse. Si es que haya algo que tenga que ser integrado.

        “Los antiguos Maestros no intentaban educar a la gente, sino que, suavemente, enseñaban a no saber. Las personas son difíciles de guiar cuando creen que saben las respuestas. Cuando saben que no saben, encuentran su propio camino”. Lao Tse.

        Fotografía: Neil Krug. http://www.neilkrug.com/

        Publicado en Advaita, Amor, Goa, India, Kumare documental, libertad, Meditación, Misterio, Percepción, Satsang, Terapia, Viajes, Yoga | 2 comentarios | Etiquetado como Kumare documental, Psicología, Reflexiones, Viajes, Yoga
      • Vuelo a Bombay, y El Señor de Al Lado.

        Posteado a las 2:31 pm por martacarrascal, el 3 diciembre, 2014

        Marta Carrascal– Ay qué bien que me ha tocado en la ventanilla.

        El señor de al lado es indio, podría ser hindú, o musulmán o.. Lleva una chaqueta tan grande que me pregunto si se pasará todo el viajecito con ella. Tiene el pelo más blanco que gris, cinco lunares que forman un semicírculo al lado de su ceja derecha, y sus entradas le llegan a la coronilla. Tiene arrugas que forman olas en su frente, sus mofletes son rechonchos, y lleva pestañas en las orejas. Me regala ternura, y hace crecer en mi barriga una emoción de efervescencia que me hace sentir medio a salvo: me vuelvo a India. Me sonrío, y sonrío al anochecer. Cojo el ordenador, los cascos, y hago sonar Gauranga Karuna, de Rasa, me acuerdo de A, y comienzo a escribir.

        Las manos del señor se han agarrado, y sus dedos juegan a entrelazarse. Sus párpados se van rindiendo a la misma vez que su cabeza se inclina a su corazón. Yo le sigo mirando, el abre los ojos, aúpa su cabeza y me mira. Ha oído cómo le miro. Le sonrío, el dilata su expresión de ensueño, cierra sus ojos y se duerme. Su respiración crece, y respiramos juntos dentro de un círculo de burbujas de aire. Suprimo la música, sostengo mi atención, y conforme el parece profundizar en su adormecer_se, yo me despierto del sueño.

        El mundo se ha parado. Y en este espacio de silencio entre nuestras respiraciones, nos evaporamos.

        Olvido al señor, y miro por la ventana. Observo las nubes, reclino la cabeza hacia detrás: ojalá que haya opción de comida hindú, me digo. Ya es de noche, y sospecho que no voy a poder dormir mucho. Reparo cómo nos vamos alejando de Londres, inmortalizo este momento en mi memoria, y me acuerdo de aquella relajación -al final de la clase de yoga- donde nos imaginamos que estamos sobrevolando una ciudad dormida, y podemos ver todas esas luces que caracterizan a la ciudad insomne desde la ventanilla del avión. Imaginamos después que esa ciudad es nuestro cuerpo, y que de cada poro de nuestra piel irradia una luz parecida a los edificios, coches o semáforos de la ciudad vista desde el cielo. Poco a poco: iremos desconectando esas luces desde los dedos de los pies hasta la cabeza, hasta dejar a nuestro cuerpo físico descansando en un estado de relajación profundo entre la realidad y el sueño.

        -¿Vegetarian madam?

        – Yes, please.

        Hoy despido a mi comodidad por algún tiempo. Estoy volando rumbo a Bombay, con un señor al lado que tiene el pelo blanco y que lleva una chaqueta muy grande. Me voy de Barcelona sin billete de vuelta, con una maleta llena de excusas.

        Marta Carrascal“Estar disponibles. Estar preparados.

        Esperarlo todo. No esperar nada”.

        Eric Baret.

        Publicado en Amor, Dejar la luna libre, Ego, Eric Baret, magia, Meditación, muerte, Rasa, símbolos, sueños, Uncategorized, Viajes, Yoga | 7 comentarios | Etiquetado como Atención, Ego, India, Psicología, Reflexiones, Viajes, Yoga
      • A vosotros, los insomnes como yo

        Posteado a las 4:18 pm por martacarrascal, el 3 junio, 2014

        “(…) No duermo, ni espero dormir. Ni en la muerte espero dormir. Me aguarda un insomnio en la amplitud de los astros y un bostezo inútil, extenso como el mundo. No duermo. No puedo leer cuando me despierto de noche. No puedo escribir cuando me despierto de noche. (…). Ven, amanecer, ¡llega! (…)” Fernando Pessoa.

        MartaCarrascal

         

        Después de releer las instrucciones Cortázar de “cómo subir las escaleras”, “cómo llorar” o “cómo amar a alguien”, se me ocurrió esbozar algunas de las peculiaridades que a los insomnes nos unen. Peculiaridades que se pueden transformar en sugerencias si es que quieres seguir inmortalizando al insomnio en tus noches:

        A modo prólogo, te cuento que cuando era más pequeña que ahora, yo dormía con mi hermana. Ella siempre se quedaba dormida antes que yo, y como no me gustaba la sensación de quedarme sola y despierta, le tiraba de los pelos, o le pegaba pellizcos. Su mero amago de despabilarse, a mi ya me dejaba un poco más sosegada: ella estaba ahí conmigo despierta algunos instantes más.

        Después mi hermana se hizo adolescente, y se cambió de cuarto. Entonces mi hermano se escondía debajo de mi cama de noche, y me pegaba sustos cogiéndome de los pies desde abajo. Le odiaba.

        Después, llegó la época en que iba una noche sí y la otra también al cuarto de mis padres y le decía a mi madre: “mamá, que no me puedo dormir”, y ella me decía: “anda, inténtalo otra vez, y si no puedes, vienes de nuevo”. Yo me iba a mi cuarto alicaída, me sentaba en la cama, miraba a la pared, contaba 120, y volvía: “lo he intentado mamá, y es que te juro que no puedo”. Y ya me quedaba tranquilita ahí en la esquinita que me dejaba en su cama.

        En la analogía arquetípica, al sueño se le llama “el hermano pequeño de la muerte”. Para mi, -y después de mucho observar mi relación con el sueño-, adentrarme en el dormir, simbolizaba adentrarme en un mundo insólito donde tenía que soltar las riendas del control para entregarme a un misterio des.conocido. Realmente, alguna parte de mí lo vivía como una pequeña muerte, como si algo se fuese a terminar  y “yo” fuese a dejar de existir, o como si me fuese a perder algo por estar dormida, y no lo podía soportar ni consentir. Me dabe angustia dejarme llevar a otros espacios des.conocidos donde la actividad consciente quedaba suspendida.

        Después me hice algo mayor, y el insomnio se convirtió en mi taxímetro emocional. Cuando hay algo que me aprieta emocionalmente, el insomnio se encarna en una cita a ciegas conmigo.

        Así que así es como empecé a tener motivos para hoy poder escribir algunas de las características más comunes que confina el insomne en sus adentros:

        El insomne de a pie, ya ha comprobado que las tilas alpina de farmacia no le funcionan, ni los baños con dos kilos de sal marina comprado en veritas, ni levantarse de la cama y ponerse a hacer otra cosa, ni tampoco leer le funciona, ni escribir, ni escuchar música, ni cenar lechuga, ni beber leche con miel, y ni tampoco observar su respiración: todo eso le va a poner más nervioso. La excitación de su sistema nervioso no le va a permitir pensar en otra cosa que no sea paliar el insomnio de la manera más efectiva posible.  Lo ÚNICO que el insomne quiere en la noche es dormir, y todo lo que no sea dormir, en el apogeo del insomnio, le va a inflamar de irritación. Es recomendable, que en medio de esta cúspide de irritación, no tenga a nadie al lado. En raras ocasiones, hacer el amor ayuda.

        Cuando el insomne se mete en la cama, ya hay una premonición mental que contagia a todo su ser y le dice: “esta noche no vas a dormir”. De alguna manera, el insomne comienza a engancharse con pensamientos catastróficos sin vía de salida que le harán des.velarse más. Se meterá en un círculo vicioso del que no podrá salir y que cursa de la siguiente manera: el insomne posibilitará que su cabeza rebose de “deberías”, inflará todos sus errores desproporcionalmente, concederá culpabilidades en su mente, rememorará algún detalle negativo del día y lo extrapolará a toda su vida, anticipará que al día siguiente estará echo polvo y no podrá rendir en absoluto (y con lo cual tampoco podrá ir al gimnasio, o a la clase de baile, porque estará destrozado, y encima también tendrá que anular los planes hechos, porque no estará con el ánimo muy afín para ellos), también comenzará a razonar en función de cómo se siente en ese momento, y se acordará de su jefe, o de aquella persona con la que tiene algo sin cerrar, o pensará en su amante de manera no muy cariñosa. Y en medio de todo este marrón apocalíptico -porque así se vive-, encima querrá componer la agenda de su vida personal y profesional, querrá encontrar la forma de unir ambos campos, ya que se da cuenta de que no hace lo que realmente le gusta. Y si el insomne quiere agregar más zozobra a la noche, puede también pensar que el capuccino descafeinado que pidió a las 19h de la tarde en aquel café tan bonito, se lo pusieron con cafeína.

        El insomne solo respira de intercostales para arriba. Y no es que no pueda dormir porque no puede, sino que no duerme porque se quiere quedar dormido. Y como no puede tolerar su zumbido mental en la noche, toma tranquilizantes externos, ya que los internos se niega a ponerlos en funcionamiento (para la próxima vida, dirá): hay quienes amortiguaran el golpe con marihuana o hachís, o con una benzodiacepina (seguramente ya tenga orfidales o tranquimacines en su mesilla de noche), lo que le hará dependiente para el resto de sus lunas. También puede optar por medicarse con algún antihistamínicos (soñodor o dormidina), bien adentrada la noche (cuando se ha cerciorado de que realmente no dormirá), y así se asegurará que al día siguiente, su grado de aletargamiento mental será descomunal e inaguantable.

        Y para no dejar un final tan sarcásticamente amargo, ni tan desesperanzador para los nocturnos, diré también que mis noches de insomnio se han reducido en un 80%. Y no dudo de que fue porque en algún momento en mi vida decidí excavar en lo que había detrás de todas esas noches en vela, y porque también alguna vez me ví sentada encima de la cama, y me dije: basta. Voy a atravesar este horror, y da igual si no duermo. Y al yoga le salieron estrellas, porque gracias a la farmacia interna que la práctica me enseñó que tenía, pude ver muchas cosas de mi manera arcaica de funcionar. Y empecé a atravesar la dificultad, a observar, a adentrarme con con mi exhalación en ese nudo que tenía miedo de ponerse a dormir y morir.

        “El inconsciente puede reservar mensajes esenciales para los oídos que sepan ponerse a la escucha.”
        Carl Gustav Jung.

        “En realidad el insomnio es como un sueño, pero sin sueño. En el insomnio comparecen ansiedades que durante el día estuvieron arrinconadas; proyectos todavía inmaduros que necesitan cálculos, previsiones, ajustes; culpas recién instaladas en la conciencia.” Mario Benedetti.

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      • Des.cosiendo el des.amor

        Posteado a las 1:25 pm por martacarrascal, el 15 mayo, 2014

        “En el cielo no habrá matrimonios”, leí en alguna parte que decía la Biblia.. Digo yo que quizás sea porque en el cielo no se conserva la ilusión _ soledad que parcela a las almas en la tierra. Ni tampoco se conservará la incompletud inherente al plan trazado para cada humano, para cada persona, para cada comediante de esta gran simulación terrenal.

        “No confundas el amor con el esfuerzo que haces para que exista”. A. Jodorowsky. 


        Hace un rato, intercambiaba whassups con una amiga, y en un punto le dije: –  ¿puedo utilizar parte de esta conversación para escribir un post? – Sí, claro.

        Lo que sigo leyendo a través de ella, y la historia que me invento para escribir sobre lo que me sale, es una historia colectiva de una mente que continuamente transpira pensamientos que en ocasiones nos secuestran y paralizan. Nos pasa a todos. Nos creemos que los pensamientos tienen raíces, y así les damos el poder de llevarnos al borde de un abismo y a un sentimiento de soledad que nos hace acampar, en ocasiones, en un insondable espacio de vacío, y de des.conocimiento absoluto. ¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos? ¿A dónde vamos?

        El vacío, y por qué no el aburrimiento, no es de nadie, y es de todos. Cuando uno le asiste, se convierte en proeza. Cuando no, lo en.cubre de aburrimiento, un aburrimiento que obstruye nuestra capacidad de mira interna, y nuestra capacidad de atención, lo que a mi amiga le llevará a ausentar.se del éxtasis presente y a una búsqueda insaciable -de “no sé muy bien qué es lo que quiero, ni lo que busco, porque en el fondo a lo único que quiero encontrar es a mi misma y no sé cómo hacerlo, porque me aburro y no quiero aburrirme”- que nunca se extinguirá, y le hará perderse de vista una y otra vez.. Nos pasa a todos.

        Y así, hará siempre todo lo posible para no estar con ella, para no vivir ese vacío que que no tiene nombre, lo que le hará sentirse ahogada en ocasiones, y entonces acabará abreviando todo su caos interno con un: “puta mente. me aburre”, confundiéndose con su mente, queriendo parar un pensamiento con otro pensamiento sin vía de salida..

        Y este mismo vacío, o sensación de in.completud, es el que le lleva a mi amiga a acostarse con la ausencia de su exnovio muchas noches, porque erróneamente le hace creer que es a él al que echa de menos, sin darse cuenta que lo que echa de menos era el  estado de completad propio que él le reflejaba en los meses que compartieron sus días y sus vidas. “Con él, era todo cómodo, cotidiano, salíamos de la ciudad, teníamos planes, hacíamos cosas diferentes, me entretenía, me hacía muy feliz, y ………” Exteriormente, estaba todo bien. Exteriormente, ella se creía que todo esto se lo daba él, como si existiese el mundo externo e interno.

        Y bien, en el último post, dije que hablaría sobre el des.amor, aquí la excusa perfecta: mi amiga que se acaba de separar, que me escribe un whassup, y yo que la utilizo a ella para hablar de mi.

        Repaso mis relaciones, una a una. Y encuentro un denominador común en todas ellas:  la des.ilusión, y el esfuerzo por hacer que el amor exista para que la desilusión se desvanezca, empeñándome en un amor sin raíces que quiere echarse a volar. Me doy cuenta que la entrega la confundí con dependencia, y que la no entrega se puso en demanda de la necesidad de la mirada del otro, en la necesidad neurótica de que el otro me valorase, y me hiciese sentir única entre la multitud. Que a mi me guste el otro o no, que yo tenga el valor de preguntarme si le quiero o no, eso es secundario, pero que yo le guste a él, que él me elija a mi, oh dios, eso es esencial. Busqué el cobijo de una madre, y la seguridad de un padre. Y gracias a que vida me trajo in.fidelidades, brusquedades, y todas esas cosas que me dejaron con la estima embriagada de tristeza, comprendí que igual que el mar no culmina en el horizonte, el sufrimiento puede llegar a ser aniquilador cuando quiero escapar de él, cuando no le miro de frente, cuando no me atrevo a preguntarME de verdad: y yo ¿¿soy yo capaz de amar.le??

        En medio de esta no comprensión del amor, el des.amor y las relaciones, un día me empecé a leer la bibliografía entera de Joan Garriga, y su libro “el buen amor en la pareja”, y parece ser que me voy medio percatando que las relaciones no nacen para hacernos felices o infelices, y tampoco nadie en este mundo nace con ese poder. Las relaciones nacen para darnos consciencia, y no siempre para alegrarnos el día. Lo único que hay son espejos donde podemos mirarnos de frente y desnudos como una oportunidad sublime más de crecimiento y de indagación en nuestra propia consciencia, -la de todos-, donde podamos utilizar al otro para ver qué nos pasa a nosotros mismos. Lo del culpable, la víctima, el verdugo, y todas esas cosas es pura mentira.

        La responsabilidad es siempre nuestra.

        Del encuentro.

        “(…) No estoy enamorada de ti, Harry, tan poco enamorada como tú de mí. Pero te necesito, como tú me necesitas. Tú me necesitas actualmente, de momento, porque estás desesperado y te hace falta un impulso que te eche al agua y te vuelva a reanimar. Me necesitas para aprender a bailar, para aprender a reír, para aprender a vivir (…)”. El lobo estepario. Herman Hesse.

        “(…) Sin embargo, solo las pasiones, y las grandes pasiones, son las que pueden elevar el alma a las grandes cosas. ¡Bello proyecto aquel de un devoto que se atormenta como un loco para no desear nada, no amar nada, no sentir nada y que, si llegase a cumplirlo, acabaría convirtiéndose en un verdadero monstruo!”. Diderot (1713–1784).

        Publicado en Alejandro Jodorowsky, Amor, Barcelona, Desamor, Diderot, Ego, familia, Fotografía, Herman Hesse, Matrimonios, Meditación, Mente, Misterio, Observar | 4 comentarios | Etiquetado como Amor, Desamor, Ego, Psicología, Reflexiones, Viajes, Yoga
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        Qué será lo que provoca la India que nos hace volver una y otra vez? - Siendo Rishikesh como esa casa acogedora a las que siempre vuelvo, tiene siempre la capacidad de provocarme tal extrañamiento interno que parece que mi mente perdiese kilos y predisposiciones cada vez que me paro a observar una vaca, un ritual, o a una mujer ofreciendo flores en el Ganges. Es tal fuerte y al mismo tiempo sutil el impacto de este país, que después de mucho insistir, de repente te das cuenta que la mirada tiene que ser invertida. Que no puede estar posada afuera sino reflexionamos sobre lo nos devuelve a lo que hay adentro. Este es el yoga de invertir la mirada. De afuera a adentro. 🐉
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