ES lo que no digo.

Y al revés.
ES lo que no digo.
    • Etiqueta: Diván

      • De repente, mi ex.

        Posteado a las 9:13 am por martacarrascal, el 29 mayo, 2015

        omerikaVelas

        “El hombre en su esencia no debe ser esclavo, ni de sí mismo, ni de los otros, sino un amante. Su único fin está en el amor” Tagore.

        “Yo tengo de ti la sospecha de que te tomas el amor demasiado en serio.” El lobo estepario. Herman Hesse.

        Son las cinco de la mañana en Bangkok. Ya no me molesta que esté despierta, lo que me molesta es que otros duerman, porque la vida se me desorganiza cuando esos otros no están.

        En ocasiones, cuando me siento así un poco caracol como esta noche, me dan ganas de tener un marido y dos hijos, una casa con chimenea, olor a almendras tostadas, y un trabajo donde sea obligatorio la chaqueta – corbata.

        No hay razón, ni lógica. Todo es “de repente”, descolorido, indistinto, inadmisible en la madrugada: de repente me urgen necesidades urgentes, de repente extraño lo que no continué, de repente lo que no hay, de repente el miedo a la vida en blanco, de repente “él” conteniendo a todos. De repente la ausencia de tranquilidad dentro.

        Para no sucumbir a la sensación de extinción en la noche, enciendo las luces, y me pongo a escribir…

        “Hoy ha sido uno de esos días en el que ha coincidido que todos mis allegados se estaban observando. Así ha sido hoy:

        – Me despierto esta mañana y me encuentro con un whatssup de mi ex: “Hola.. cuánto tiempo, ¿cómo estás? Quería compartir contigo que he conocido a alguien…. blah blah , y que aunque con miedo que me observo, estoy ilusionado… Espero que estés bien.”

        Mh, me quedo suspensa. Me quiero alegrar enormemente de su felicidad. Pero continúa el día.

        – Mientras comemos, Anne me cuenta que casi se desmaya en la clase de yoga del dolor que sentía en las lumbares. Le digo que vaya al médico, ella me dice que no hace falta, que es una cuestión mental, que basta con observarlo, y que va pasando.

        – Y el día continúa, y a medianoche, mi hermana me dice que está un poco regular, pero que desde que se observa, ya no está tan mal.

        Apago el móvil y me observo yo también. Me pregunto, ¿A qué se referirán? Miro al vacío, íntegramente escéptica con esta nueva ola de la observación.

        No son ellos, soy yo.

        Vuelvo a encender el móvil y vuelvo a leer el mensaje de mi ex. Lo vuelvo a apagar, y cierro los ojos. Vuelvo a la severidad del instante, y me observo desde todos los ángulos: desde arriba, desde abajo, desde el suelo, desde la pared, desde la esquina, desde dentro de la nevera. Pero nada cambia, al contrario, hay una incomodidad que aumenta, como de insuficiencia, como de querer ser todo aquello que ella provoca en él. No me hago mucho caso, e intento no nombrar lo que me pasa, pero lo nombro,,-. Enciendo la luz, y enciendo el móvil, y vuelvo a leer el mensaje. Apago el puto móvil. Me hago una selfie y le pongo diferentes efectos: vanguardista, rockero, earlybird, animación, ojo de pez, baño azul, nitidez, lo –fi. Si ellos pueden exorcizarse y observarse, yo también puedo.. Entonces me observo en la foto, como si fuese un fetiche, tratando de eliminar la sensación de incomodidad e inconformismo de no ser ya la elegida, la amada,, como si este observar que ellos me escriben fuese el nuevo antídoto para este vacío que yo siento..

        Y así, de repente, empatizo con todos aquellos que critican el misticismo contemporáneo y la cultura de la observación – espiritualidad, y desconfío de todo concepto y terminología mística que está de moda y que me distrae más que me florece.

        En definitiva, que desconfío de mí. Y de vosotros los observadores.

        “Olvídate de ti Marta, y de todos los conceptos”, me dijo un día mi padre un día mientras andábamos por la playa, y yo sigo sin saber cómo se olvida una de una misma.

                                      …………………………

        Y poco a poco, empieza a amanecer, y en la duda de no saber si tomarme nada o una infusión con galletas, me doy cuenta que ha pasado más de una hora que estoy tratando de hacer un barquito de papel como los que me hacía mi padre, y que estoy más ligera, como si algo se hubiese ido a volar.

        Fotografía: Omerika.

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        Publicado en Amor, Bangkok, Citas, Desamor, Ego, Incosnciente, libertad, magia, Mente, Misterio, Observar, Percepción, Psicología, relaciones, símbolos, sueños, Viajes, Yoga | 6 comentarios | Etiquetado como Amor, Atención, Diván, Ego, Insomnio, Muerte, Psicología, Reflexiones, sueños, Viajes, Yoga
      • El doble espresso de los lunes.

        Posteado a las 2:18 pm por martacarrascal, el 24 mayo, 2015

        tini-trav-maclay-heriot-816

        Es mentira. Hoy me enteré. Me enteré que la espiritualidad no existe, que es una novela de ficción. Otro pretexto simpático para miedosos.

        Me enteré hace un rato que si quieres que te llenen la vida de cometas y golosinas, tienes que aprender a escribir poemas de amor, y cometer más cagadas.

        Y recién me entero que lo que no es inmediato no existe, que es más importante tener.dar seguridad que regalar bombones, que el arroz no se pasa, y que uno más uno pueden sumar tres, pero que siempre dará uno.

        Leí mientras comía que los divanes se estaban llenando de peces que querían cabalgar, y de camellos que querían coger aviones. Me dijeron que en las peluquerías ya no se habla, y que las salas de yoga se está llenando de duendes que quieren meditar en una alfombra mágica por media hora, pero no más.

        El gato de Cheshire me llamó al hostal, y me dijo que el País de las Maravillas está en el doble espresso de los lunes y en los churros con chocolate de los domingos, que hay que saborearlo todo, hasta el estornudo. Me recordó que la vida des.coloca, y que tu cuerpo desaparece, pero que tu risa permanecerá en el aire de los que te conocieron.

        Me enteré que a veces tenemos que poner 13 millones de kilos de esfuerzo en algo -da igual qué- solo para darnos cuenta y asumir más tarde que realmente no lo deseábamos. Pero que no pasa nada, que todo esto de vivir se trata de probar, de intentar, y de ir des.vistiéndonos lenta y sensualmente de lo que ya no sirve.

        Me enteré que lo que te vuelve majareta no es tu ansiedad espantosa, si no las ganas de estar tranquilo y no poder estarlo. Que es mejor vivir sin saber. Y que no se trata de privarte ni de imponerte, sino de p e r m i t i r t e. Permitirte ser y permitirte cambiar de vocación cada semana, permitirte no empeñarte en sentir lo que sentías ayer y declararte de amorodio cada vez que no te aguantas,  permitirte la vulnerabilidad confusa en forma lagartija en el vientre y no quererle más, y permitirte dejar el trabajo y dejarlo todo para subirte al barco unos días y hacerlo todo al contrario de lo que lo estabas haciendo.

        .

        Permitirte volver para no regresar.

        Y empezar de nuevo.

        “Un día vamos a morir, Snoopy. Cierto Charlie, pero los otros días no”

        Fotografía sacada de www.thebharanieffect.com/

        Publicado en Amor, Bangkok, Barcelona, café, Citas, Ego, Gato de Chesire, Health, Incosnciente, libertad, magia, Meditación, Misterio, País de las Maravillas, Psicología, recuerdos, Reflexiones, relaciones, símbolos, sueños, Terapia, Viajes, Yoga | 3 comentarios | Etiquetado como Diván, Psicología, Yoga
      • A voz partida.

        Posteado a las 3:45 pm por martacarrascal, el 11 marzo, 2015

        agua

        “This life that is always over”. The purest zen.

        – Katmandú, marzo 2015 -.

        Me despertó mi propia voz queriendo alcanzar el grito casi inmóvil: ¡Socorro!. Y lo recordé, recordé instantáneamente el sueño. Y con el sueño, a mi madre y a mí riéndonos en el pasillo a carcajadas del parecido socorro jadeante que escuchamos de mi padre en alguna de sus siestas en la casa donde veraneamos en Punta Umbría.

        En cualquier caso, no creo que estos socorros descolgados del vacío nos pertenezcan. Ni a mi padre, ni a mí. Cuando nuestros cuerpos ya no estén más aquí, habrá otras almas en otros cuerpos viviendo en las casas que ahora nos pensamos nuestras, y despertándose como nosotros en el medio de la noche, intentando despertar de un sueño que nunca despierta.

        Por mucho que evoque mis sueños, no los suelo recordar.. Solo aquel que se me repite en el último año: quiero despertar, quiero abrir los ojos, y no puedo. Aunque el escenario cambia, la inmovilidad de los ojos es la misma. Todo gira en torno al despertar, y el agobio insano que conlleva no poder hacerlo. Y sabiendo que los sueños no caen del cielo en cualquier momento en la vida de una persona, había algo incomunicado en ese sueño mío que exigía integrarse para poder conocer el posible mensaje que su reiteración quería susurrarme.

        Pues eso, que me destapé a la misma vez que mis pies se quitaban los calcetines y cogía mi mano el móvil para ver la hora. Veo que son las 5.30a.m, y una foto de la familia en un restaurante hindú en Madrid que me envía mi prima. Sonrío de verles a todos. Aprovecho, cedo a mi inquietud, y le escribo a intervalos y bostezos las rayas del sueño. Para que no se me olvide prima, le garabateo. Y perdona por el rollo.

        Lejos, de lejos camino en la ría de Punta. Es como si fuese mi sombra la que camina. Llevo algunos libros y la ropa en mis brazos. Veo a todos mis amigos en el pantalán, esperando a montarse en el barco para pasar el día en el mar. Puedo sentir a unos más que otros, como a Raquel, Fal o Reyes. Es una escena reconocida, de una infancia que no expira. Sin enlace, con la ropa y con los libros en los brazos, paso de largo, y me sumerjo en el agua de la ría para darme un bañito onírico. Me empieza a llevar la corriente – marea. Me doy cuenta que Reyes viene detrás. Comenzamos a nadar a contracorriente como cuando éramos pequeñas y nadábamos a los barcos. Y el caso, es que reyes se sube a una roca y se salva y vuelve con todos al barco. Pero yo no, lo único que se salvan son mis libros que los arrojo a la misma roca frondosa y absurda, y me sigue llevando la corriente: la ría ya no es ría, es un océano sin fin. Todo oscuro, y en medio de ese océano, aparecen unos puestos indios  flotantes, y unas puertas –que parecen baños- enquistadas en medio de esa ría convertida en océano. Ahí veo mi salvación, porque lo que me suscita el sueño es que hay un peligro inminente de desaparecer, de perderme, de borrarme, de que la corriente me lleve a lo desconocido.. y consigo agarrarme a algo de la tercera puerta, de dónde sale luz y vida entre la oscuridad por la ranura de abajo. Vuelvo a tratar de gritar, y no me sale la voz, hasta que por fin me sale un grito efusivo sin audiencia: ¡socorrro!. Y su eco me despierta abruptamente.

        En el mismo día del sueño, volaba de nuevo a Delhi, para encontrarme con un amigo, y viajar juntos algunos días por el Rajastán, pero mi vuelo fue cancelado por un altercado en el aeropuerto de Katmandú. Así que todos mis planes se pusieron a hervir de nuevo. Solo podría volar 3 días más tarde…. Las sensaciones del sueño me asistieron a intervalos durante el día.

        Al día siguiente, saboreando el último trago de un delicioso café, cambié radicalmente mis planes de quedarme por Boudha por no poder ir a Delhi, y me fui a Pasupatinath, uno de los templos más sagrados de Shiva, y donde se llevan a cabo las cremaciones de los muertos. Algún hilo invisible de aquel sueño medio creado, de aquel ir a la deriva sin timón ni horizonte, me hacían querer ir a las cremaciones, como si me pudiesen desvelar algo.

        Quería ir sola.

        Marta CarrascalMe llené de humo, y me embriagué de mis propias palpitaciones y del olor de la grasa de los cuerpos quemándose. Me zambullí en un espacio deshabitado de generaciones viendo cómo orientaban su cuerpo al sur para bañarle y purificarle vistiéndole de blanco, vi estremecida cómo le ponían las coronas de flores naranjas por todo su cuerpo, y cómo la corriente del río Bagmati se llevaba las prendas de su ropa, a la misma velocidad que yo veía algunos episodios de mi vida pasar, evocándome que todo en este mundo nos es prestado. Para ver más de cerca, me puse de puntillas, y ya no le veía a él, miraba a hurtadillas a mi abuelo a través de la rendija de la puerta de la habitación donde yacía su cuerpo, no sabiendo muy bien qué tenía qué sentir. Y por un instante, dejé de oler a carne quemada y me llegó el perfume de mi tía a jazmín. Y aunque la ceguera no me dejó asistir a la liberación del alma que habitó en este cuerpo durante algunos años, presencié durante horas la escrupulosa, extraordinaria y pavorosa transformación de éste en cenizas regresando de manera conmovedora a la tierra, el agua, el fuego, el viento, y el éter. Y con todo esto, mi letanía de cuando era pequeña me venía: “qué pena que todo se acabe por dios”, y la sensación de miedo de no saber qué vendría cuando todo se acabase…. Y la pregunta eterna de si las sensaciones también mueren, o si se mantienen vivas en nuestra próxima vida para poder reconocernos de nuevo.

        Seguí observado las llamas, y el fuego…. y sin saber otra vez muy bien qué tenía qué sentir, y sin saber muy bien dónde estaba “yo”, y dónde estaría mi puerta de embarque a / en este mundo, yo también me iba despidiendo de este cuerpo que se descomponía en cenizas.

        Por primera vez, sin ser premeditado, mis manos se juntaron en mi frente, y con la cabeza inclinada, y los ojos cerrados: me vino el sueño.

        y el agua,

        y la corriente,

        y la oscuridad de la noche,

        y la puerta con luz,

        y la dificultad en gritar,

        y la necesidad de ser escuchada,

        y la marea que nos lleva,

        y el querer salvarme,

        y el miedo a morir,

        y el despertar de un sueño que quizás nunca haya sido soñado.

        “Así como los hombres se despojan de sus vestimentas usadas y, adquiriendo nuevos ropajes, deciden: “Éstos usaré hoy”, así el alma se deshace también calladamente de su vestidura de carne, y pasa luego a heredar un nuevo ropaje” Bhagavad Gita.

         

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        Qué será lo que provoca la India que nos hace volver una y otra vez? - Siendo Rishikesh como esa casa acogedora a las que siempre vuelvo, tiene siempre la capacidad de provocarme tal extrañamiento interno que parece que mi mente perdiese kilos y predisposiciones cada vez que me paro a observar una vaca, un ritual, o a una mujer ofreciendo flores en el Ganges. Es tal fuerte y al mismo tiempo sutil el impacto de este país, que después de mucho insistir, de repente te das cuenta que la mirada tiene que ser invertida. Que no puede estar posada afuera sino reflexionamos sobre lo nos devuelve a lo que hay adentro. Este es el yoga de invertir la mirada. De afuera a adentro. 🐉
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